Yo, coreano

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Pienso rápidamente en las primeras veces que escuché la palabra "Corea". De niño, siempre me vanaglorié de saber mucha geografía y aprenderme mapas enteros de memoria, con países, ciudades, ríos y demás detalles. Pero debió ser en torno a 1988, con los Juegos Olímpicos de Seúl, que Corea del Sur comenzó a mencionarse en mi vida. Dos años después, un solitario (y adelantado) cabezazo de Daniel Fonseca le daba la victoria de forma agónica a Uruguay en un partido del Mundial de Italia, ante la mirada estupefacta de los jugadores surcoreanos.


Después, por supuesto, estudié y entendí la importancia de Corea en el marco de posguerra mundial y de la guerra fría, y ese conflicto me llegó a través de las muchas y buenas películas basadas en él. Una de ellas es Cascos de acero, de Samuel Fuller. (También recuerdo ahora que Trevor, el simpático vecino de la familia Tanner en la serie Alf, era un veterano de Corea).


Con el correr de los años, mientras Corea del Norte desarrollaba una dictadura hereditaria y un programa bélico cada vez más agresivo, Corea del Sur se posicionaba como una referencia en cuanto a desarrollo tecnológico, empresarial y humano, así como altas calificaciones en las pruebas PISA, entre otros aspectos. Una de las repercusiones de estos fenómenos se dio en el cine, que desde mediados de la década de 1990 comenzó un viraje importante, destacándose cada vez más a nivel internacional.


Otra, mucho más tangible en la vida diaria, sucede cada vez que nos subíamos a un vehículo Kia o Hyundai, o usábamos un celular Samsung. Pero bueno, hasta ahí llegaba Corea. En todo caso, alguna mención al monumento del hombre que saluda desnudo frente a la playa del Buceo.

Todo cambió en 2012: Park Jae-sang, un hombre regordete de 35 años, de seudónimo Psy, revolucionó el mundo musical con su canción Gangnam style, que se volvió un himno global a través de YouTube para pasar rápidamente a las emisoras de FM y demás plataformas, rebotar en todo el planeta y volver una tendencia mundial el llamado "baile del caballo". De pronto, como un bosque de hongos instantáneos, el pop coreano o K-Pop se volvió el ritmo del momento, bailado por todas las razas y los credos, desde BarackObama a Vladímir Putin. 

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